sábado, 26 de mayo de 2012



LOS VIVEROS COMO FRONTERA

En la ciudad de Valencia, todavía hoy en día se da esta penosa situación, algunos de los espacios verdes, jardines y espacias abiertos de los grandes equipamientos culturales fueron construidos o ubicados de manera que imposibilitan que exista comercio, actividad, o vida ciudadana a su alrededor. Los enormes espacios abiertos están seccionados por vías rápidas de más de 2 y 3 carriles por las que la circulación de vehículos es fluida durante todo el día, pero no se puede decir lo mismo de los peatones.
Como nos cuenta Jane Jacobs, en su libro “Muerte y vida de las grandes ciudades” una acera infrautilizada, además de ser un área desprotegida, sin vigilancia, marca una frontera por la que los ciudadanos y los niños no circulan. Los espacios verdes que carecen de un tejido comercial, buena iluminación y ciertas características, en ocasiones transforman sus usos, y por ende los efectos que estos espacios tienen sobre la población.
Esto es lo que ha sucedido en Valencia, el fallo de los urbanizadores y los agentes culturales es que no han pensado en los efectos que el urbanismo y la distribución de los espacios revierten a la población. Y de esta manera han creado áreas totalmente inertes que al caer la noche transforman sus usos a lógicas más perversas. 

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