martes, 20 de marzo de 2012

CUÁNDO HABLAMOS de CALIDAD en EDUCACIÓN, ¿A QUÉ NOS REFERIMOS?


Partiremos de un marco general y unos principios o pilares por los que debe pasar la educación social para ser “de calidad”. A modo de síntesis analizaré las relaciones que subyacen entre dichos pilares y el dinamismo que este proceso trae consigo. Para realizar el análisis necesario para dar respuesta a esta pregunta nos apoyaremos en este esquema:


UNIVERSIDAD


ESTADO


profesional       práctica            sujeto

EVALUACIÓN-EVOLUCIÓN




Para abordar la pregunta, ¿a qué nos referimos cuando decimos calidad en Educación Social? En primer lugar es necesario encuadrar la Educación social desde la universalidad, es decir, como derecho de la ciudadanía, debe llegar a todo el conjunto de la población. El Estado, mediante el conjunto de leyes, instituciones y organizaciones que conforman el Estado de Bienestar, es responsable de cubrir dicho derecho, y encarga de ello a los profesionales de la Educación Social.
El profesional, debe tener un marco de referencia, que le identifique como tal y que delimite sus ámbitos y campos de actuación. Esto, en Educación social, se materializa en el Catálogo de Funciones y Competencias de ASEDES. La profesión de la educación Social depende en gran medida del Estado y de las leyes que éste dictamina para dar solución a problemas sociales. Además, las prácticas educativas se ven afectadas por diversos factores dependientes del estado también, como la financiación que reciben las instituciones en las que trabajan los educadores, o el encargo político al que deben atender. Estos son claros condicionantes del grado de calidad de la educación social.
Por otra parte, está la práctica individual de cada profesional. En función de la formación recibida, y de algo que yo llamo el “germen personal” será capaz de traducir los encargos institucionales en trabajo educativo, o simplemente actuar como un mero operador. Con esto queremos decir que en última instancia, depende del profesional el ceñirse a la normativa de la institución, y actuar como un operador, o intentar jugar un papel de agente doble, entre el campo delimitado por el marco institucional de la institución en la que trabaje y su originalidad profesional a la hora de enriquecer el medio para posibilitar un trabajo educativo. Creo que este es uno de los mayores retos de calidad al que puede enfrentarse la profesión, y la universidad, juega un papel esencial en este proceso de mejora de la práctica profesional. Los profesores, deben posibilitar que los estudiantes desarrollen una serie de competencias y una capacidad crítica a mi juicio esencial para los profesionales de la Educación Social. De esta manera, sabrán desarrollar sus funciones desde una ética profesional y discriminar qué practicas no son legítimas de la profesión, contribuyendo al proceso de profesionalización de la Educación Social.
En cuanto a la práctica educativa en relación al sujeto, nos gustaría rescatar los conceptos de PRAXIS y POIESIS, con el fin de establecer una relación entre estos términos y mi visión de una educación de calidad. Los conceptos han sido tomados de Francis Imbert, citado en el libro “Frankenstain Educador” (Merieu, 1998), pero son términos muy antiguos, Aristóteles ya estableció las diferencias entre ambos, diferencias que no debemos confundir con contraposición.
La educación entendida como POIESIS, significa necesariamente un proceso con un fin marcado, y por tanto el producto debe ser siempre el mismo, de hecho será evaluado en función de su afinidad al modelo preestablecido. La actividad educativa cesa cuando se ha conseguido el objetivo, es un proceso de producción finito. Por último la actividad en sí solo necesita de la pericia del docente, y sujetos para transformar. Por tanto es un proceso homogeneizador, de construcción de un modelo preestablecido.
En cambio, la educación comprendida como PRAXIS, remite a una acción que no se acaba en sí misma, no finaliza cuando llega a una meta, por qué no la hay. Aristóteles decía que la PRAXIS no tiene otra finalidad que sí misma, una acción que perfecciona al sujeto, y que no pretende transformar al sujeto nada más en lo que él elija. Por tanto la educación entendida como una acción, debe ser entendida como un camino que no está trazado, sino que es el sujeto  de la educación el que debe ser protagonista de trazarlo.
En mi opinión la educación Social debe estar del lado de la praxis educativa, debemos facilitar al sujeto de la educación a que encuentre su propio camino, es decir, mediar entre las distintas opciones culturales del entorno y el sujeto para que éste, mejore sus oportunidades de socialización, promoción y participación social.

A continuación me gustaría analizar una viñeta de Francesco Tonucci, que en nuestra opinión, ilustra muy bien la lógica del Sistema Público de Educación y tiene mucho que ver con los conceptos rescatados de Merieu. Creemos que nos puede servir como profesionales de la educación, para aumentar la calidad de nuestras prácticas.



En nuestra opinión, gran parte de este fenómeno tiene que ver con la globalización, afecta al sistema educativo y a las prácticas socioeducativas, pero no entraré a analizar cómo afecta la globalización a los procesos educativos, ya que este análisis se convertiría casi en una tesis doctoral. Por esto establecía este paralelismo entre la viñeta de Tonucci y nuestra visión de la educación. Intenta hacer de nosotros individuos homogéneos aptos para circular por el sistema de producción establecido. Como podemos ver en la viñeta todo el que se sale de éste producto final es desechado, separado. No se valora la peculiaridad del mestizaje de las identidades, sino que todo lo contrario. El objetivo es llegar a una sociedad homogénea en la que ningún individuo destaque por ser especial, diferente, sino que todos pasen desapercibidos, que no pierdan el tiempo, tienen mucho que producir y consumir.
Por último, y para finalizar el análisis, nos gustaría destacar que como educadores sociales, debeos trabajar por cambiar esto, y desde nuestro lugar, debemos hacer un esfuerzo por dar la oportunidad a los sujetos de la educación de ser protagonistas de su propia formación, eligiendo su camino, dando forma a su identidad. Como agentes de la transmisión y transformación tenemos el deber de conseguir que las nuevas generaciones tengan la capacidad de apreciar lo positivo de lo diferente. Por otro lado apostamos por la “evaluación como evolución”, con esto queremos decir que las prácticas educativas deben ser evaluadas, creemos que es la mejor arma que tiene la educación, para adaptarse a la cambiante realidad de lo social.






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